El rito marca que las cuatro velas se enciendan de forma progresiva. Una a una, cada uno de los cuatro domingos de Adviento, se van prendiendo, hasta llegar a Navidad. Son la luz que guía en las tinieblas. Por otro lado, es un círculo porque no tiene principio, ni fin, es eterno. Las ramas verdes son la esperanza y la vida. Y el color rojo es el amor de Dios.

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